TODO ES HISTORIA
Por Félix Luna

Yo tengo recuerdos muy, muy gratos del Instituto Ángel D’Elía y mis idas a San Miguel que si no me equivoco fueron durante tres años entre 1952/54. Podría estar equivocado pero creo que es así.
Generalmente iba tres veces por semana, lo cual era un sacrificio tremendo porque me obligaba a levantarme a las 5:30 de la mañana, tomar el tren a las 6:30, llegar alrededor de las 7:30, dar clases y después volver para estar en Buenos Aires cerca del mediodía; igualmente lo hice con tanta alegría, con tantas ganas, era mi primer oportunidad de dar clases con un grupo muy lindo en un Instituto que en ese momento era realmente una avanzada en cuanto a sus métodos, en cuanto a la convivencia de los profesores, en cuanto al nivel ya que muchos de ellos tuvieron trascendencia en sus respectivas especialidades. Por otra parte, el director, el gallego Pérez, un personaje muy particular siempre empujando, siempre buscando cosas nuevas con métodos realmente innovadores en materia pedagógica. Recuerdo entre otros, los análisis que se hacían, creo que cada tres meses, alumno por alumno (que según me comenta el profesor Read se siguen haciendo). Estas reuniones se hacían los días sábados los cual nos obligaba a un día suplementario en San Miguel. También recuerdo los paseos que se hacían (creo dos veces por año), obligatoriamente caminando. Creo que eso era una especie de herencia del viejo Instituto Libre de Enseñanza que hubo en España, con Santer Río Salmerón y otros y que tenía como característica estos paseos a pie en diversos lugares. Acá se buscaban quintas más o menos cercanas. Y recuerdo que una vez conseguí una quinta que tenía un tío mío en las cercanías y, bueno, se pasaba el día ahí.
Pero de todos modos lo interesante del Instituto era que en cierta manera era un reducto de gente no peronista en un momento en que la educación estaba totalmente copada por el oficialismo en que las loas obligatorias, las adulaciones, el tipo de cosas que caracterizaba al sistema educativo de la segunda presidencia de Perón presididas por un personaje como Méndez de San Martín.
El Instituto D’Elía era una especie de paréntesis, isla, donde uno se encontraba libre o por lo menos bastante libre. Donde no había ningún tipo de presión para caer en la adulación al oficialismo y donde en general la mayoría de los profesores y también la dirección eran totalmente contrarios al oficialismo y, sin hacer oposición una podía decir lo que le parecía.
De modo que yo pasé allí tres años realmente muy felices y si dejé fue casi por agotamiento físico. Ese tipo de régimen: viajes y horarios con una compensación económica realmente pequeña hacían que ese esfuerzo pudiera durar el tiempo determinado. Pero reitero, el recuerdo que yo tengo del D’Elía es de una gran felicidad. El de hacer cosas que realmente me gustaban y que las hacía con ganas; que tenía de destinatarios a chicas y chicos preparados, inteligentes, con ganas de saber cosas y que pese al modesto edificio del colegio en ese entonces, había un gran nivel.

Félix Luna
Artículo de la Revista del Cincuentenario del Instituto– Año 1992

ENCUENTROS – FÉLIX LUNA
Por Juan Pablo Pirlorget

“Entre 1952 y 1954, mientras era todavía empleado de juzgado y hacía mis primeros pasos como abogado trabajé en una tarea muy sacrificada, muy mal pagada pero que a mí me resultó fascinante. Será fácil al lector inferir que un trabajo sacrificado, mal pago y fascinante no podía ser otro que la docencia.

Fue Regina “Perla” Gibaja, hermana de Emilio Gibaja, que había sido compañero de Facultad y de prisión, la que me habló del Instituto D’Elía y de la posibilidad de que me hiciera cargo allí de un par cátedras- El D’Elía era -y sigue siendo- un instituto de enseñanza secundaria ubicado en San Miguel, provincia de Buenos Aires. Su director era el profesor Elicio Pérez Diez, un gordo hijo de gallegos que manejaba el colegio tan autocrática como inteligentemente. Lo había convertido en algo distinto, con un notable orgullo colectivo y unas costumbres audaces para la época. Por ejemplo, todos los meses, profesores, alumnos y alumnas hacían una larga camina (jamás se usaban vehículos para estas marchas) hasta llegar a un lugar prefijado, generalmente la quinta de algún conocido, donde se hacía un picnic y docentes y estudiantes convivían libremente, charlaban bailaban. Cada tres meses se hacía una reunión todos los profesores de cada curso, un sábado a mañana, para evaluar a alumnos y alumnas: todos debían dar una opinión fundada sobre cada uno, modo que los conciliábulos se alargaban enormemente. Cuando los alumnos llegaban al último año, asistían a su propia evaluación y podían participar en el debate.

Otra característica del D´Elía era que casi todos los docentes eran jóvenes y venían del movirniento universitario reformista, es decir, que eran opositor al régimen de Perón, como se cuenta en otras páginas.
El D´Elia era un reducto libre -no digo antiperonista-, pero si libre de las obsecuencias e idioteces de la enseñanza oficial.

Acepté, pues, el ofrecimiento y corno abogado que era, me pusieron a cargo de Derecho Usual y Práctica Forense en el 4° y 5° año de la Sección Comercial, que funcionaba a la mañana. Esto equivalía a que tres veces por semana debía levantarme a las 6 de la mañana, tomar el subterráneo hasta la estación Pacífico, subir a un tren que pasaba a eso de las 7, desembarcar en San Miguel pocos minutos antes de las 8 y empezar la clase a esta hora. Regresaba a Buenos Aires a las 11, y entonces seguía mi jornada en el juzgado, en el estudio o en ambos lados. Para no dramatizar demasiado debo recordar que entonces se viajaba cómodamente, tanto de ida como de vuelta, siempre sentado, y que aprovechaba esas dos horas para leer o escribir: muchas páginas de Yrigoyen las redacté sobre ruedas.

Tres años duró este esfuerzo. El sueldo era magro y en su mayor parte se iba en gastos de transporte. Vivía en estado de somnolencia los días que madrugaba para ir a San Miguel. Pero me encantaba enseñar. Preparaba cuidadosamente las clases, trataba de hacerlas amenas, tenía la impresión de que los alumnos me querían y escuchaban.
Cuando terminaron las clases de mi primer año de docencia, me tomé el trabajo de regalar a cada uno de mis educandos un libro que les fuera grato según sus respectivos gustos y personalidades. En los picnics tocaba la guitarra y cantaba, lo que me granjeó cierta popularidad. Nadie puede tornar con más entusiasmo una tarea que un joven profesor cuando empieza su experiencia docente, y yo estaba fascinado con lo que hacía en San Miguel porque percibía que no sólo transmitía conocimientos sino también convicciones y creencias que los chicos absorbían ávidamente. Era realmente la modelación de espíritus lo que hacíamos allí mis colegas y yo. Esto lo recordé cuando años más tarde escribí la letra de la zamba “Rosario Vera Peñaloza” y Comparé la labor de la maestra con un trabajo de alfarería.
Tres años muy hermosos, pero el esfuerzo físico era demasiado arduo y en 1955 no volví a San Miguel. Sin embargo, el bichito de la docencia quedó prendido y volvió a picarme después, como ya contaré. Siempre he de recordar el D’Elía como la sede de algo fructífero y pleno. A veces me encuentro con algún ex alumno y me alegra que se acuerden de mí.”

JP-Primero que nada quería agradecerle por concedernos esta entrevista

FL_ No es nada.

JP- Su afán por popularizar la historia, hacerla accesible a todos ¿surgió en algún momento particular o fue un propósito que ya tenía puesto?

FL- No, vino sola. Cuando fundé la revista “Todo es historia” tal vez ahí se definió más. Pero, yo tenía la impresión de que no debía hacer historia para mis colegas, sino para grandes públicos, porque la historia, si no es para la gente, no sirve para nada.

JP-Esta revista fue fundada durante el gobierno de Onganía, en 1967 ¿Tuvo algún inconveniente con la publicación?

FL-No tuve mayores trabas, tuvimos algún problema con el artículo sobre un episodio de la marina.

JP-¿ Y con el posterior golpe de 1976?

FL-Tampoco. Será porque es una revista chica, no tiene mucha importancia, entonces…y además nosotros no nos enfrentamos a los regímenes militares, tratamos de hacer las cosas para la gente.

JP- Con respecto a la situación actual de la educación nacional, la abolición de la ley 1420, entre otras cosas ¿Cuál es su opinión acerca de esto?

FL- Yo no estoy al tanto, porque no soy profesor de escuela secundaria ni tampoco de la universidad. Lo que sí noto es que hay una especie de desaliento en los cuerpos docentes, pero lo que dije antes: la vocación por educarse de este país sigue, persiste. La gente quiere que sus hijos sepan más que ellos, que aprendan, que se capaciten, y más en un mundo tan competitivo como es el que vivimos. La gente se da cuenta que si no hay capacitación, se va ala lona.

JP- ¿Tiene algún período o líder particular en la historia argentina que haya sido de su agrado?

FL- Es muy difícil decirlo. La historia son procesos que se van realimentando, de modo que incluso dividirla así, por épocas, a veces es relativo. Hay muchos personajes que son muy atractivos en la historia: Carlos Pellegrini es uno de ellos, Irigoyen, por supuesto, el mismo Marcelo de Alvear también. Hay muchos que son muy interesantes, ricos en facetas. Anteriormente también, por supuesto, sarmiento, el perito Moreno, Ameghino, Hussay, más recientemente.

No se, hay muchos personajes interesantes.

JP- Usted mencionaba anteriormente la línea de honestidad que poseía el partido radical, ese lema de “quebrar antes de doblarse” y se sucedió hasta Illia, pero en la época de Frondizi, con la división del radicalismo es como si esa honestidad no hubiese estado tan marcada ¿Considera que hay algún motivo en especial?

FL- No entiendo por qué dice eso

JP- Por el pacto que realizó con Perón, el autoabastecimiento petrolífero con entidades extranjeras…

FL- Frondizi se adelantó a su época en muchas cosas ¿Hoy a quién le llama a atención que un partido o un personaje acuerde con el peronismo determi9nadas cosas? Sin embargo, en esa época fue todo un escándalo.

Frondizi quería – dejando de lado su ambición personal, que existía, ser presidente- pero él quería sobre todo reintegrar al peronismo a la vida política. El peronismo estaba proscripto. Es decir, la mitad del país no podía organizarse ni votar libremente. Frondizi lo que quería, antes que el peronismo se lanzara a una cosa revolucionaria, insertarlo con los límites legales. Eso fue. Tal vez, no hubiese habido necesidad de hacer un pacto con Perón, a lo mejor hubiera ganado igual. Pero bueno ¿quién lo sabe?

JP- Yendo al tema de sus libros ¿tiene alguno en especial que le simpatice ya sea por el tiempo que le dedicó o algún otro factor?

FL- Los libros son como los hijos, uno los quiere a todos. Algunos son más felices, tiene mayor difusión, otros menos. Pero ha sido un esfuerzo “ parir ” cada uno de los libros, entonces uno los quiere a todos.

JP- Otra cosa que me llamó la atención al estudiar “ su “ historia por llamarlo de alguna manera, fue que siendo su gran pasión la historia, haya elegido Derecho como carrera.

FL- Lo que pasa es que en la época en que yo estudiaba derecho, un tipo como yo, pésimo en Matemática, más o menos bueno en Historia, en Literatura, sólo había Derecho, Filosofía y Letras no existía, ni había hombres eran todas mujeres. No existía una escuela de Historia, digamos. Derecho, significaba: si te recibías de abogado, tenías un título, podías ser magistrado judicial o… era una defensa en la vida. Yo ejercí la profesión unos pocos años, fui un pésimo abogado ( risas) hasta que decidí que la Historia era lo que me gustaba.

JP- Anteriormente usted mencionó que había escuchado decir que Felipe Pigna era su sucesor, y que usted no lo creía tan así ¿Piensa que influyó en alguno de los autores actuales con su manera de hacer historia no tan acartonada sino para que la pueda entender todo el mundo?

FL- Yo creo que sí, que de alguna manera, no solamente mi estilo, desde la revista también, Incluso un poco esa manera de hacer historia de ahora, un poco se exagera. Se busca la parte sexual de los próceres, el sensacionalismo. Pero bueno, son exageraciones que el tiempo irá borrando.

JP- Bueno, eso es todo, Muchísimas gracias por concedernos su tiempo.FL- No, gracias a usted…

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